Por Jessica Jerez Yáñez *
17 de mayo de 2020
Más de dos semanas me ha costado escribir sobre Educación en el contexto de la pandemia del Coronavirus. Las razones para esta dificultad son dos cuestiones Ãntimamente vinculadas con lo que estamos viviendo. Lo primero es que hay tantos ángulos para mirar la polÃtica pública propuesta, que no es fácil escoger. Lo segundo, está dado por el mismo contexto que implica la pandemia, antecedido por la crisis social que vivimos desde el 18 de octubre: no me es sencillo concentrarme en tareas cognitivas por sobre las emocionales y las propias de la sobrevivencia. Desde ambas dificultades, descubrà que el ángulo que me hacÃa más sentido tomar es el del curriculum educativo y a partir de él espero proponer algunas ideas para la reflexión y el debate colectivo.
¿Qué es curriculum educativo? ¿qué implica la mentada cobertura curricular? O más directamente aun ¿Qué se supone que ocurre en la vida estudiantil de una niña, niño o adolescente (NNA) durante los meses que suele durar un año educativo que le permiten avanzar al siguiente? Estas preguntas y otras asociadas a los procesos de aprendizaje no tienen una respuesta unÃvoca y es que, aunque escuchamos de parte de las autoridades ministeriales reducciones asociadas a contenidos conceptuales, lo real es que detrás de cada una de esas respuestas subyace una perspectiva polÃtica, filosófica y epistemológica de lo que consideramos Educación y sus fines.
Ocurre entonces que no solo en este gobierno si no que, en el Chile de al menos los últimos 47 años, el foco de la educación ha estado centrado en productos, medibles y cuantificables: calificaciones que determinan o no pasar de curso, puntajes alcanzados en las pruebas estandarizadas y de selección, escalafones en que se encuentran las y los docentes de acuerdo a sus desempeños. Sin embargo, poco y nada se plantea respecto del tipo de sujeto, ciudadana, vecino o vecina que se busca favorecer por medio de los procesos de aprendizaje sistemáticos que supone un establecimiento educativo. Si bien parte de estas consideraciones se declaran en macrodocumentos tales como las Bases Curriculares, lo concreto es que la materialización de la educación, sus procesos, énfasis y mecanismos se reducen a una lógica de transmisión de contenidos conceptuales -pasar materia- y hoy tienen a cientos de familias chilenas preocupadas por la responsabilidad que les cabrÃa en caso que no logren otorgar a NNA las condiciones materiales necesarias para aprender a sumar con fracciones, determinar el tipo de narrador presente en un cuento, describir las teorÃas de poblamiento americano, calcular la velocidad de caÃda de un objeto o distinguir la b  de la p.
Desde una perspectiva crÃtica que entiende la educación como espacio de transformación, todas esas familias no estarÃan angustiadas, ya que las polÃticas públicas hablarÃan de que estas crisis (la social desatada el 18 de octubre y la sanitaria) representan en sà mismas tremendas oportunidades de aprendizaje, en las que se puede analizar por ejemplo las diferencias de prioridades que determinan gobernantes de un paÃs u otro dependiendo de su concepción del mundo; podrÃamos aprender mucho sobre nuestras emociones y la falsa presunción de estabilidad que muchas veces nos aprisionó y descubrÃamos que a ratos sentimos pena y ella la asociamos a una determinada temperatura, a una sensación corporal alojada en un lugar particular y a necesidades fÃsicas especÃficas, que la hacen muy distinta de la rabia; podrÃamos observar cómo la entrada del otoño está generando cambios en nuestras plantas o en los árboles cercanos a la vivienda, buscando con esto fortalecer nuestro vÃnculo y conocimiento respecto de los bienes comunes colectivos; y la lista de ejemplos puede continuar. Para estos ejercicios y muchos otros, no se necesita computador, ni internet; sà se requiere disposición al diálogo, a la duda, al error, a la observación y el análisis.
La pandemia nos ha arrebatado mucho y probablemente lo seguirá haciendo por un tiempo más, tal como el capitalismo y el modelo neoliberal tan instalado en nuestro paÃs, lo han hecho por décadas. Pero lo que no pueden arrebatarnos es la desobediencia y hoy un espacio para eso es revelarse a ser seres productivos, centrados en generar, en llenarnos de falsas necesidades. Dejemos que los aprendizajes de este periodo provengan de lo cotidiano, de aquello y de quienes nos rodean, de lo que está en nuestro interior; todo eso será vital cuando volvamos a habitar nuestras ciudades.